DELHI MAHAL

Av. Córdoba 1147
(011) 4813-6548
Ya lo hablamos: los restaurantes indios en Buenos Aires son pocos pero respetables. Algunos serán mejores que otros, pero el nivel general es bueno, al menos para el paladar porteño, suave y prejuicioso. A todos vale conocerlos, pero Delhi Mahal está entre los que se destacan, gracias a la mano de sus cocineros. A esta ecuación hay que sumarle el ambiente, la atención y -claro está- el precio, valor crucial que determina cualquier experiencia.  A un aplauso del Teatro Cervantes, el local impone su exotismo antes de cruzar la entrada, la que se abre a un salón pequeño, para unos 40 comensales. Tapizado de espejos, telas bordadas de arabescos e iluminado de lámparas exóticas colgantes, adentro reina la decoración, tan típica como la música que inunda el local, abierto en 2009.  La carta no difiere de la que encontramos en pares de su estirpe. Es más, me arriesgo a decir que es casi un calco de otros restaurantes indios similares que he visitado anteriormente, como Vrindavan, Delhi Masala o Swagat. Pero aquí, en Delhi Mahal, los mismos platos saben diferente.  Especiados como los aromas que flotan en el ambiente, es difícil combinarlos con vino. En cambio, van bien con aguas limonadas, infusiones, cerveza o -como recomiendan- los tragos típicos que abren el menú, como el Benaras o el Masala Especial, elixires que -según reza el listado- descubren el alma de Kashmir y deleitan los sentidos.  Un camarero caribeño trae las tres salsas que preparan las papilas para lo que vendrá: un chutney de tomate y granos de mostaza, el tradicional raita de yogur natural y un picante extra hot. Lo mejor es ir pidiendo el pan de la casa, llamado Naan, Chapati o Pita, de masas saborizadas, sin miga, tostados al momento. Ojo, se cobran.  Hay entradas y principales vegetarianos y carnívoros. Salvo cortes de vacunos y de cerdo, en las preparaciones domina el cordero, el pollo y los pescados y mariscos. Todos los platos son muy especiados, y en casi todos ellos predominan las verduras.  Probé el Tikka Masala de pollo, un guiso cremoso y picante, servido en el Katori, las bellísimas vasijas térmicas de cobre. El arroz blanco, neutro y vaporoso, acompaña a la perfección esta sabrosa comida típica.  Los dueños de casa observan mi conformidad sentados en familia, desde una mesa lejana. Otros comensales -locales y extranjeros- disfrutan tanto como yo este momento especial, mientras a todos nos sobrevuela el alma del Kashmir. Yo vuelvo, ustedes vayan. Ya lo saben.

Comentarios

Los comentarios se encuentran momentaneamente cerrados.

Negocios Relacionados