Frente al Parque Rivadavia, Barón renueva con diseño y gastronomía un espacio legendario de Caballito, ubicado en un bellísimo edificio centenario, que ya es parte de la historia del barrio. Allí donde vecinos de toda la vida supieron juntarse por las tardes a jugar ajedrez, café mediante; desde enero del 2013 se impone un salón ecléctico, con reminiscencias clásicas y detalles modernos, arañas, espejos y una barra iluminada. Por el gran ventanal del frente se filtra la luz del mediodía. Una impresionante escalera ornamental de madera tallada conduce al salón del primer piso, ideal para cenas o festejos privados, o bien relajarse en los after work programados durante las noches de los miércoles y viernes, con tentadoras promociones de tragos y tapas, al ritmo del DJ de turno. Un mediodía de semana pasé de las opciones del menú ejecutivo (disponible también por las noches) y pedí unos fusilli con albóndigas de ternera de la carta principal. Muy sabrosos, caserísimos, con salsa de tomate y tomates secos, a un precio sensato. La propuesta gastronómica es clásica, sin grandes riesgos culinarios. Se compone de entradas como bastones de muzarella, crocantes de pollo, rabas, langostinos panados; sándwiches fríos y calientes; ensaladas especiales (césar, de salmón, etc); las tradicionales minutas argentinas (que salen con fritas); buenas pastas caseras y especialidades de tinte más gourmet, como la bondiola de cerdo braseada con salsa teriyaki. Las papas dominan las guarniciones, regla de oro en todo restaurante argentino. La atención es buena y el ambiente es agradable, con música melódica y dos monitores encendidos, donde se suceden las noticias locales y el panorama deportivo global. Un lugar para tener siempre a mano en un distrito del epicentro de la ciudad.