TIEMPO DE GITANOS "TABLAO FLAMENCO"

El Salvador 5575, Palermo
(011) 4776-6143
La noche cobra vida en este Tablao Flamenco informal, cálido, acogedor y tan inusual como Osvaldo, su patrón: un entretenido personaje bien curtido que viene del cine, a quien lo que más le gusta es que la gente la pase bien. La fonda recibe cargada de objetos ibéricos, máscaras africanas, vinilos gitanos, la Luna de Méliès, carteles, botellas y al fondo del local, un alegre mural pintado con una típica callejuela sevillana, con macetas -reales- colgantes. Obra de Ascona, el único camarero que -la noche de mi visita- supo atender a un salón completo, colmado de pasión. Me senté a un palmo del Tablao. Durante la reserva telefónica, Osvaldo pide llegar temprano, para que el público pueda comer antes de que arranque el espectáculo. Eso hice, por eso pude probar unas gambas al ajillo de novela y unos mejillones tigre con una Manzanilla Romate bien fresca. El menú promete otros clásicos como boquerones y paellas anunciando Sevillanas, Fandango, Rumbas, Bulerías, Alegrías y Tientos, por músicos en vivo y verdaderos bailaores. Se suma más gente que pasa por la vereda, mira el menú y entra, tentados por la onda del lugar y los precios razonables. Osvaldo ofrece una rica Sidra El Gaitero y va por las mesas compartiendo su humor: “No soy gitano, nunca estuve en España ni tengo parientes gallegos”. Pero el Tablao destila la misma magia que en los santuarios gitanos madrileños llaman el duende. Sigo con Sidra y una trucha “empapelada” en aluminio, con papas al horno. Platos sabrosos sin pretensiones, fieles al lugar. El cocinero chileno tiene mano para los pescados y mariscos y también el pan, que le sale muy bueno. Termino justo cuando suben Contigo Flamenco, una compañía de La Plata que tras su primer número, intenso y sentido, se roba todas las palmas del lugar. Es domingo por la noche y la temperatura sube al ritmo de las seguirillas. Ocho bailaoras en éxtasis zapatean a mi lado con mantillas y abanicos, regalando su brisa flamenca. De postre, un muchacho sube y se manda un largo solo de cajón, emocionando a todos los presentes. En Tiempo de Gitanos no pasa el tiempo. Es un lugar único, donde se viven noches memorables, desde hace una docena de años. Por eso uno se va de allí recargado, con el corazón contento y satisfecho.

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