El nombre de Los Maestros nació en Avellaneda en el año 1941. Ya con una carga de décadas de historia, en los 80 se abrió el primer local en la Capital, en el barrio de Barracas. Con el tiempo se inauguraron los de Palermo, Recoleta y Barrio Norte y cada uno se fue volviendo un clásico en su lugar. La esquina de Uriburu y Juncal es luminosa de ventanales amplios. El salón está bien iluminado aunque es pequeño, con lugar para poco menos de cuarenta comensales. La propuesta gastronómica es sencilla: pizzas al molde o a la piedra, empanadas y tartas. Todo casero y todo elaborado en la cocina del mismo local. Las pizzas, que son el alma misma de Los Maestros, son amasadas por el maestro pizzero a mano, cada día. El servicio es atento, me cuentan que todos los sabores salen por porción; me recomiendan la Prosciutto que sale con salsa de tomate, jamón crudo, tomates secos, rúcula y aceitunas negras y la Americana –con tomate, mozzarella, jamón, huevo duro, morrón y aceituna. Pruebo ambas a la piedra, y puedo decir que la masa se ajusta al gusto argentino, fino pero equilibrado, con abundante mozzarella e ingredientes y excelente presentación. También ofrecen fainá común y la fainazza, cocinada al horno con verdeo. Ostentan más de treinta combinaciones de pizzas entre las clásicas y las más originales y en empanadas unos catorce sabores. El público es bien variado: parejas, amigos, gente conversando de todas las edades. Los precios son moderados, y como se puede pedir las pizzas al corte, se pueden probar varios sabores sin gastar demasiado. Es una gran elección para degustar una pizza tradicional de la Ciudad en un ambiente mucho menos bullicioso y agitado del que suele darse en las pizzerías porteñas.