IL VERO MANGIARE

Batalla del Pari 700 y Gral.M.Rodríguez, Villa Crespo
(011) 4584 -1275
Será que cociné diez años y me pasé otros diez criticando restaurantes sofisticados la razón por la cual nunca conocí esta esquina mágica y alegre de Paternal, que devolvió con sus manjares sencillos y sabrosos mi alma al cuerpo. Aunque llegué una densa y brumosa noche de semana, ni bien traspasé la puerta se iluminó mi corazón. Il Vero Mangiare, el nombre lo dice todo: aquí se come de verdad, platos que reviven la mejor cocina de la mejor abuela. Por suerte fui con un amigo de verdad, de esos que saben comer, compañeros de la vida. Cuando caímos, temprano, ya había gente en el salón pintado verde loro, repleto de cuadros que cantan la historia de la casa y la familia Magliocco, de la vera Calabria. Frente a la puerta de entrada, la mesa alta de Antipasti da la bienvenida, robando una sonrisa al cliente distraído, despertando el apetito hasta el más satisfecho. Recibe Eduardo, tercera generación de esta Cantina que nació en 1948, allá por el Abasto. Allí, los calabreses Don Pancho y Doña Rosa recibían un sinfín de celebridades míticas porteñas. Tangueros de la talla de Trolio, Discépolo, Contursi, Cadícamo, Manzi, y Cátulo Castillo poblaban sus mesas. Eva Duarte, Tita Merello, Fidel Pintos y Gatica también pagaban la cuenta, cerrando largas sobremesas nocturnas. A Don Pancho lo siguió su hijo Ángel, que hace poco se fue al cielo. Hoy, Eduardo mantiene viva la llama de antaño gracias a las recetas y secretos imborrables de su nonna, a precios accesibles. Aunque el menú es un himno a los sabores de la infancia, a cual más tentador, lo mejor es dejarse llevar por el anfitrión, maestro de cocina, autodidacta por convicción. Luego del tinto y la soda de rigor (ojo que hay etiquetas de las buenas, a precios muy razonables) y un pan de pizza con parmesano calentito, fueron llegando, poco a poco, una exquisita Burrata (“que hacen unos amigos”), blanca, redonda y fresquísima, con tomates secos, aceitunas negras y albahaca. Le siguieron los buñuelos de espinaca más ricos y livianos que comí en mi vida. Difícil compararlos con los zapallitos rellenos, deliciosos. Los Polpettini di carne, con fileto, también son de novela. Pero fue cuando probé las berenjenas napolitana que devino la emoción. Aunque atiende a todas las mesas por igual, Eduardo se dio cuenta, y me dijo que claro que tienen un secreto, pero nunca lo revela. Así pasó la noche, como una fiesta. Los fines de semana rebasa de gente. Vecinos sabedores de la justa, seguidores de la posta y otros enterados rellenan la sala que ataja 65 comensales, bien atendidos. Eduardo sabe que son los detalles los que hacen un lugar, y por eso está en todos. Para mencionar solo uno, el Aceite de Oliva es italiano, y del bueno, como la pasta seca. Pero mejor probar la fresca, como los sabrosísimos Tagliatellis de rúcula cortados a cuchillo, al Tuco. El cuarto de pollo a la Calabresa confirmó nuestros propios límites, apenas pudimos terminarlo. Para la vuelta habrá que probar el chivito, el conejo, los caracoles, las ranas o los mejillones, por más que Il Vero Mangiare se jacte de ser –nada más, y nada menos- una casa de pastas artesanales. Esta vez, no pude con los postres. Hay Flan casero, Tiramisú, y otros, que pediría sin dudar. Por las mesas amigas ofrecían Lemoncello, pero –qué se le va a hacer- siempre hay que dormir, o trabajar.

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