Desde hace tres años, cuando la calle Reconquista devino peatonal, los bares y restaurantes que la orillaban cambiaron radicalmente su fisonomía. Fueron perdiendo el alma bohemia, otrora típica del down town porteño. Hoy la arteria semeja esas pasarelas gastronómicas sin identidad, que abundan en todo destino turístico. El Salmón II no pudo evitar esta transformación, pero sigue cautivando al público, como lo viene haciendo desde hace más de un cuarto de siglo, los 365 días del año. Cambiaron los jamones y las ristras de ajo colgantes por monitores lcd sintonizados en deportes. Los platos son los clásicos de la cocina argentina, apenas rozados con el toque español de sus dueños. La frescura de los insumos está asegurada gracias a la rotación de su clientela, que atesta el salón acondicionado para 230 comensales, atendidos por mozos de oficio. Los mediodías despachan un menú completo para todos los bolsillos, con seis opciones de precios, que incluye gaseosa, cubierto y café. Por la noche se come a la carta, a valores sobrecargados para la presentación de los platos, que de todos modos, saben correctamente. Durante el after ofice se atesta de oficinistas que diluyen su estrés al ritmo del happy hour. Un clásico eterno.