AL SHARK

Av. Scalabrini Ortiz 1426, Palermo
(011) 4833-6933 / 2049 / 4774
Abierto en 1958, es el local de cena show árabe más antiguo de Sudamérica. En 1996 los hermanos Massud, textiles de origen sirio, tomaron las riendas del lugar. A Diego lo siguió Gustavo, quien lo maneja en la actualidad. Al Shark significa al oriente, y es allí donde transporta este gran salón algo circense, repleto de personajes típicos. El primero que recibe es Teherán, el valet parking, un abuelo canoso y simpático con rasgos turcos, enfundado en un viejo smoking, con 20 años en la casa. Luego de confiarle la llave del auto, lo estaciona bajo techo un movido sábado por la noche. Massud en persona nos abre la puerta tallada, que ostenta un sable corvo de manija. Y quedamos en manos de Alí Babá, un mozo mago –también añejo y complaciente- que hará de las suyas toda la noche. La fórmula es simple. Platillos árabes libres, a un valor fijo sin bebidas, para gozar del show que arranca antes de medianoche, cuando baja la luz y sube la adrenalina. El precio del menú es moderado, es la bebida la que marca el compás de la cuenta final. Las mesas se van poblando de amigos en grupo, mujeres en grupo, familias y parejas, de treinta para arriba. Entre la clientela, se adivinan algunos de la comunidad árabe (genéricamente hablando), la tercera en asentarse en nuestro país, luego de la italiana y española. Lo mejor es la primera tanda de platillos, que llegan al ritmo de la música que todavía suena por los parlantes, grabada. Alí Babá los ilumina con una linternita mientras los describe, con un menú de machete, aunque trabaje aquí desde hace 15 años. Tabule, Hummus (puré de garbanzos), puré de Berenjenas, y lo más rico, unos zucchini finitos salteados muy sabrosos. Los sirven con el pan típico, casero, calentito. Para acompañar, hay carta de vinos, cervezas y champañas, refrescos e infusiones. Por fin, aparecen los músicos. Una media docena, o poco más. Todos de negro, se acomodan en el escenario central. El Teclado blanco, el laúd, y los instrumentos de viento empiezan a sonar, cautivando a todos los comensales. En los años dorados de Al Shark, traían a cantar estrellas internacionales de la música árabe. Otras épocas, pero estos artistas conmueven por igual. Llega a la mesa la siguiente tanda de platillos, caliente. Lo mejor, los niños envueltos, unos rollitos angostos de hojas de parra rellenos con arroz y carne de res, bastante especiados. Los números se suceden, cambian los formatos de la banda, y aparece la estrella de la casa: Nubar Okayan, un cantante con síndrome de down que levanta aplausos emotivos. Las Odaliscas invaden la sala, sacuden el vientre y arrastran a algunos presentes a bailar con ellas. Eso hice, coronando una noche completa, diferente y memorable.

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