Prestá atención: desde que abrió en 2006, Tataki ganó sus fieles gracias a una muy buena cocina peruana japonesa a buen precio. Desde su cuidado local de Vicente López fueron cautivando a todo tipo de comensales, con pasión y bajo perfil. A través de su servicio de delivery -fresco y puntual- conquistaron paladares de toda la ciudad. En el 2009 abrieron una réplica en el centro. Si no los conocés, te lo estás perdiendo.  Yo pasé un mediodía sofocante de verano. Descubrir Tataki fue conocer el oasis.  Para empezar pedí un Pisco Sour, muy refrescante. La carta es amplia, ofrece el universo más conocido del sushi, entradas niponas, wok más chinos que chifas (fusión de las cocinas peruana y china) y un interesante apartado de Sabores del Perú.  Luego del combinado de sushi de rigor, tan estético como sabroso, llegaron los platos peruanos, estrellas de la casa: el Ceviche Clásico (lenguado, pulpo, langostinos) y el Lomo saltado sobre Causa de Ají amarillo. La amabilísima camarera arequipeña trajo luego el Lomo saltado tradicional, al que le sentí el mismo magnífico sazón de la soja ahumada al fuego vivo con que lo sirven en el Perú. ¡Pero a quince minutos de casa! Emoción total, coronada por un Suspiro limeño con Maracuyá y moka, sorprendente, nada empalagoso.  Tataki nació de la visión y el rigor de Paulo Cesar Calderón, un emprendedor peruano que recaló en Buenos Aires vinculado a otro rubro profesional, ajeno a la gastronomía. Apasionado de la cocina de su país de origen, improvisó en su propia casa un comedor privado. Recibido en el IAG (Instituto Argentino de Gastronomía), convocó al Chef Luis Cremaschi, su primo hermano, Egresado del Cordon Bleu de Lima, un cocinero de verdad. Juntos, transmiten como pocos el amor por los sabores de su tierra, con sensibilidad, profesionalismo y humildad. Condiciones imprescindibles para brindar ello que más nos alimenta, porque la cocina es generosidad.  Ahora que ya lo sabés, no dejes de ir, o volver.