Julia y Pablo Bianchi son dos hermanos, jóvenes, quienes -luego de iniciarse y ejercer la gastronomía de un hotel de diseño por el barrio de Belgrano- decidieron abrir un lugar propio, sin salirse de la zona. Así nació Boutique de Pizzas, el nombre lo dice todo: un local moderno, con grandes paneles de cristal, que tientan a todo aquél que pase por la calle, sobre todo porque desde afuera se ve el fuego ardiendo en el horno pizzero. Adentro, el sonido ambiente choca un poco. Rebota en el piso de cemento alisado y las columnas de adoquines, pero no importa, la vida hace ruido. El pasado viernes por la noche estaba animado. Mesas de familias, parejas y amigos, celebrando el sabor del encuentro. En la pantalla, sin sonido, Tony Bourdain come, habla y camina por las ciudades del mundo. Cada vez que veo el programa me da hambre. Una moza tímida y simpática acerca el menú, que ostenta mucho más opciones que las 34 variedades de pizza, estrellas de la casa. Veo pasar un par de hamburguesas caseras de buen tamaño y una picada tentadora. “Boutique”, según leo en la carta, que se completa con seis tipos de Fainá, empanadas, tartas individuales, sándwiches (en pan de pizza), pastas, ensaladas y canastitas, que vienen a ser como una pizza en 3D: una masa crocante que contiene rellenos de todo tipo, una docena de opciones, en porción individual. Seguí el instinto de mi ADN tradicional y pedí dos pizzas chicas, porque fui con mi familia. Napolitana y Fugazzeta, que tan chicas no son, porque apenas las pudimos terminar. Tuve que acercarme a felicitar al Maestro Pizzero, Miguel Bernales. Un chico joven, delgado, con muy buena mano para la masa. La trabaja con poca levadura y mucha sabiduría. Le sobra cancha en los fuegos, le deja el piso crocante y sale tierna por dentro, un manjar. Ni piedra ni de molde, sólo en Boutique de Pizzas. Un lugar cálido, amable, con buenos precios y buena onda. Para ir (o pedir delivery) y volver. Para tener en cuenta, no lo olviden.